Nacieron por accidente y llegaron para quedarse. Desde fines del 1800 hasta la actualidad son un clásico en todo el mundo. Son típicos de la cocina norteamericana, más populares que el chinchón y riquísimos.
Mención obligada para su nobleza. Se acompañan con crema montada y frutillas, merengue italiano y confites, dulce de leche y fudge. También se pueden comer solos porque son el partener perfecto para un té de media tarde cuando hace frío.
Corazón tierno, el exterior crocante y nueces. En ChezMoms los servimos con nueces y listos para morder. Un sabor único.